martes, 25 de noviembre de 2008

¿Dónde están las llaves?

Amor: Sentimiento de afecto que el hombre experimenta hacia otra persona, por la que desea su felicidad y anhela su presencia.
Esa fue la fría respuesta que recibí al buscar la manera de denominar este sentimiento que inunda por completo cada segundo de mi vida, en el diccionario de tapas rojas que encontré en el armario mientras buscaba las llaves que me tenían preso en mi apartamento desde la noche anterior.
- Si yo hiciese un diccionario, incluiría en el cuando se tratase de definir sentimientos tan complejos como el amor advertencias y cosas por el estilo- pensé mientras rebullía en el apartamento que a pesar de ser pequeño dificultaba la búsqueda de las llaves por el desorden reinante.
Sin embargo, después de recapacitar en mis cavilaciones, llegue a la conclusión de que talvez el objetivo de un diccionario no es el de advertir.
Sin embargo decidí ir de nuevo al armario en búsqueda de la palabra “Diccionario”; esto fue lo que encontré:
Diccionario: Libro en el que se contienen y explican, generalmente por orden alfabético las palabras de uno o mas idiomas…
Contener y explicar, no advertir de que puede pasar si se enamora uno un día cualquiera.
Aunque para ser sincero no fue un día cualquiera; el amor se tomo su tiempo para acomodarse allá adentro, en el sillón de mi corazón, para sembrar allí sus raíces y no volver a salir. Se sentó pesado, y allí se quedo, cruel, pero de rostro apacible, con una botella en la mano, botella que bebe lentamente, disfrutando cada gota de mí liquida alma.
- ¿Dónde estarán las llaves?- la verdad no era nada fácil encontrarlas, así que exhausto por la búsqueda, me dirige a la nevera para sacar la botella de suave vino tinto que había comprado la noche anterior.
Con la fría botella en la mano me acomode en el sillón de cuero negro heredado por mi padre, y por un momento se me vino a la mente la imagen del cruel amor sentado en el sillón de mi corazón, y sonreí casi para mis adentros con una fría mueca que no lograba llegar al apacible amor.
De repente, pero sin parecerme para nada sorpresivo, Gregorio, mi gato gris se sentó en mis piernas para reclamarme, para reprocharme, mirándome con sus inmensos ojos amarillos, esos ojos amarillos a los que mis negros ojos no pueden mentir.
Bebí el vino mientras acariciaba el suave lomo de Gregorio, tratando de escapar de su mirada inquisidora. La botella no tardo mucho en agotarse,
Gregorio ronroneaba y yo, ¡ha!, yo solo pensaba en ella.
Después de un rato que para mi fueron cinco minutos, pero que en realidad había sido una hora según el reloj sobre el escritorio, Gregorio salto al suelo y se volvió a perder otra vez en el mar de mi desorden hasta la próxima vez en el sillón de cuero negro.
Retome la búsqueda de las llaves ya con pocas esperanzas y no mas ánimos. De pronto me encontré frente a un espejo, y desde esa ventana de lo absurdo, me devolvió la mirada un hombre de 23 años, de barba y cabellos enmarañados enmarcando unos ojos tristes y abatidos por causa de la enfermedad que lo agobiaba, esa enfermedad tan vieja como el propio tiempo a la que los hombres solemos llamar amor.
Corrí al armario en búsqueda del diccionario, a, b, c, d, e…
Enfermedad: Alteración más o menos grave del funcionamiento del organismo.
No, no creo que sea como una enfermedad, deba ser mas bien como un dolor, porque ahí dice mas o menos, y esto es muy a mi pesar, grave.
Dolor: 1. Sensación molesta de una parte del cuerpo. 2. Sufrimiento, congoja.
Esta definición se acerca un poco mas.
Cerré el diccionario para continuar con la infructuosa búsqueda de las llaves, aunque en realidad no me importaban las llaves, y prueba de esto era la forma extremadamente lenta e inanimada de buscarlas; en otro tiempo tal vez me hubiese importado, en ese momento era lo de menos.
Cansado ya de todo y con los efectos del vino en la cabeza, me senté de nuevo en el sillón de cuero negro, esta vez para torturarme, recordando aquella tarde bajo el gran roble, juntos, leyendo Rayuela, con una deliciosa botella de vino en la mano. Cortazar, vino y ella a la sombra del gran árbol, simplemente perfecto. Ahora me siento un poco culpable, por no incluir en mi felicidad ni a la Luna ni a Gregorio, mis dos amigos, mis dos cimientos de mi vida. Tal vez eso es lo que Gregorio me reprocha con sus inmensos ojos amarillos.
Pero esa tarde no me importaba, simplemente era feliz en aquel ambiente parisino del que nos embriagaba Cortazar en una calida tarde bogotana, bajo aquel majestuoso roble, testigo de tantas promesas.
Pero también me recordé días después, caminando con un paraguas en la mano, acompañado solo por la Luna en la fría y lluviosa noche bogotana. Llegar a casa e introducir la llave en la ranura del cerrojo, entrar para sentarme en el sillón de cuero negro con Gregorio en las piernas, con sus ojos amarillos, clavados en los míos, mas grandes y reprobantes que nunca.
También recordé como el destino me había sonreído en los primeros años de vida, para luego hundirme el puñal que llevaba oculto, una y otra vez en los años venideros.
Realmente, solo la Luna y Gregorio me acompañaron, en silencio, ojos amarillos, cráteres grises. Nunca discrepaban, solo acompañaron y dieron consuelo en contrapunto del diccionario que respondía siempre frió, pero con una cordialidad casi amarga, que siempre estuvo aquí pero que nunca acompaño cuando ella ya no estuvo aquí.
Cuando ya casi me dormía, sonó el timbre y pensé en no abrir, creyendo que tal vez era un vecino con algún estupido requerimiento. Sin embargo mi cuerpo ya había tomado otra decisión y caminaba resuelto hacia la puerta de madera. Mire por el ojillo y descubrí con asombro y felicidad que era ella. Saque las llaves del bolsillo del raído jean y con una extraña calma, abrí la puerta, para sentir como se impregnaba mi cuerpo, mi alma y mi apartamento de un calido aroma de roble y vino.

Alexander Mendoza.

Con sabor a manzanas y miel

Allí estaba el patético Mauricio, sentado, o mas bien, echado en el sofá de la casa de un tipo que la verdad no conocía mucho, un compañero mas de trabajo que organizaba una fiesta aquella triste noche. Cuando Mauricio se entero de que aquella noche habría fiesta, vio la oportunidad de ahogar sus penas en un torrente de alcohol, vio la oportunidad de sacarse de la cabeza por un rato a Liliana.
Liliana era su novia, la que se canso de que el pobre Mauricio no tuviera tiempo para ella, y aunque lo amara profundamente decidió que esa relación en la que solo estaba él como una voz en el celular o como una hermosa carta de amor, que para Liliana nada valía sin el beso, sin el abrazo, sin que hicieran el amor, definitivamente debía terminar o tan siquiera recapacitar.
Para el desgraciado Mauricio fue un golpe duro a pesar de que Liliana le había dicho por ultima vez: Te amo, y cuando estés dispuesto a compartir algo de tu vida conmigo, entonces puedes volver- dejando así las puertas abiertas, él no quería dejar el trabajo en el que a pesar de realizar tareas inclusive en casa, la paga era bastante buena, bastante constante.
Y como iba diciendo, allí estaba el pobre Mauricio, a las 4 de la mañana, comprobando, de forma severa que con el alcohol solo se logra un estado en el cual se es mas propenso a recordar y a amar locamente. Allí estaba, y pensaba en que la casa de su amada no estaba nada lejos de aquella casa en la que departía un hipócrita momento de deliciosa estupidez.
Varios compañeros ya dormían, en el piso, en las sillas, en cualquier lado. Otros, a los que el alcohol a torrentes no pudo tumbar, hablaban del jefe en tono burlón.
Mauricio no podía sino pensar en Liliana, en su cuerpo, esculpido genialmente, en su cabello lleno de tanto misterio y feminidad, en sus besos con sabor a manzanas y miel. Se iba a enloquecer allí, así que se levanto y empezó a correr escaleras abajo, abrió la puerta y se encontró con la fría madrugada que lo engullo de buena gana con sus heladas fauces. A este hombrecito no le importo y corrió atravesando la oscuridad y el frió de la madrugada, corrió y no le importo nada mas que descansar en brazos de su amada, sentirse dueño de su almohada como antes lo había sido. Pensó en que lo único real y valioso en su vida era aquella mujer, estaba decidido a no perderla por nada del mundo, ya no le importaba ni su trabajo ni su vida sin ella.
Al cabo de unas mal calculadas doce cuadras, Mauricio se encontró frente a la puerta de aquella que lo hacia sufrir o mejor por la que sufría, por que Liliana no haría sufrir a nadie a voluntad, es un ángel.
No le importo que faltasen quince minutos para las cinco de la mañana y timbro repetidas veces. Liliana abrió, tenia el cabello extrañamente peinado para estar durmiendo, no había duda, era hermosa bajo cualquier circunstancia. Él la beso y no ceso de hacerle mil promesas sobre los dos y sobre que dejaría su trabajo. Liliana no entendió ni una palabra de aquel ebrio de amor por ella, pero entendió a la perfección lo que estaba hablando, pues ella le había dicho que volviese solo en caso de renunciar a su trabajo.
Subieron las escaleras unidos en un excitante beso que los condujo a la cama para llevar a cabo la comunión del uno con la otra para con el amor.
Mauricio despertó a las 8 de la mañana, Liliana aun dormía, observo con los ojos llenos de amor a aquella mujer hermosa que parecía salida de un cuento de hadas. Y entonces Mauricio se dio cuenta, cuando rozo sus labios con los de Liliana de que no la amaba y de que nunca lo había hecho, el simplemente amaba el delicioso sabor de sus besos, ese delicioso sabor a manzanas y miel. Se vistió rápidamente con cuidado de no despertar a la bella durmiente de quien se despidió diciendo – Ciao bombón. Salio de la casa y se dirigió a una tienda en donde compro manzanas y miel suficientes para no volver a la casa de Liliana nunca mas.

Alexander Mendoza.

¿Qué digo?

Para aquella que hizo que pudiese decir todos los dias de mi vida, mañana sera un mejor dia por que te amare mas.



Si tu fueras mi vida,
Que tristeza porque durarías muy poco.

Si digo que te amo,
Que mediocre seré
Al igualar lo que siento
a tan somero sentimiento.

Si digo que te extraño que iluso
Al pensar que tan siquiera por un momento
Mi alma no esta contigo.

Si digo que lo que siento por ti
Supera el infinito,
Que poco siento,
Pero que buen medidor soy.

Si digo que eres ángel o demonio,
No pasare de ser un ciego limitado,
Porque no podré ver a la mujer
Que lleva el sol y la luna en su pecho,
Los amaneceres en sus ojos
Y la brisa en su cabello.

Si digo que eres la reina del universo.
Que pretensioso,
Pues tan solo eres la princesa,
Dueña de todo lo que soy y seré.

Si digo que te doy mi corazón,
Que mentiroso seria,
Pues ese ya le pertenece a los gusanos,
A ti mejor te doy mi alma
Que aunque no sepa lo que es, ni en donde esta ubicada,
Dicen, es eterna.

Sin embargo digo que eres mi vida,
Que te extraño,
Que eres mi ángel,
Y que te amo,
Mientras logro encontrar las palabras,
Que digan realmente lo que eres y lo que siento por ti.


Alexander Mendoza.


Me gusta cuando callas

Me gustas cuando callas porque estás como ausente,
y me oyes desde lejos,
y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca.
Como todas las cosas están llenas de mi alma
emerges de las cosas, llena del alma mía.
Mariposa de sueño,
te pareces a mi alma,
y te pareces a la palabra melancolía.
Me gustas cuando callas y estás como distante.
Y estás como quejándote,
mariposa en arrullo.
Y me oyes desde lejos,
y mi voz no te alcanza:
déjame que me calle con el silencio tuyo.
Déjame que te hable también con tu silencio claro como una lámpara,
simple como un anillo.
Eres como la noche,
callada y constelada.
Tu silencio es de estrella,
tan lejano y sencillo.
Me gustas cuando callas
porque estás como ausente.
Distante y dolorosa como si hubieras muerto.
Una palabra entonces, una sonrisa bastan.
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.

Pablo Neruda.

En ocaña...

La negra capota cubre tu rostro,
Sientes el miedo y el vacío de la muerte.
El camión no detiene su marcha
Ni por un segundo.

¿Acaso fue terrorismo el pensar?
¿Acaso fue barbarie gritar: NO MÁS?
Si así fuese, que llueva sobre todos nosotros la muerte,
Como la esencia misma de la vida.

Caes a un cenagoso prado,
Sientes todo tu cuerpo empapado de lágrimas y sangre,
De dolor y ausencias.
Ha llegado la hora de que pagues tu inconformidad.

Te visten de verde,
No entiendes para que, si las nubes no son verdes
Y así, en el cielo no te podrás camuflar.

Te dan la orden de que corras,
Obedeces como por inercia
Y percibes a otros héroes corriendo a tu lado.

1, 2, 3, 4 disparos,
La boca te sabe a muerte
Y tu cuerpo cae,
Pero tu alma y tu idea vuelan.

Tu cuerpo queda en el valle del absolutismo y la tiranía,
Preparándose para ser negado por una brutal certeza.


Alexander Mendoza.
¿Qué dirás esta noche, pobre alma solitaria,qué dirás, corazón, marchito hace tan poco,a la muy bella, a la muy buena, a la amadísima,bajo cuya mirada floreciste de nuevo?El orgullo emplearemos en cantar sus loores;nada iguala el encanto que hay en su autoridad;su carne espiritual tiene un perfume angélico,y nos visten con ropas purísimas sus ojos.En medio de la noche y de la soledad,o a través de las calles, del gentío rodeado,danza como una antorcha su fantasma en el aire.A veces habla y dice: "Yo soy la bella y ordenoque por amor a mí no améis sino lo bello;soy el Ángel guardián, la Musa y la Madona".-
¿Qué dirás esta noche, pobre alma solitaria,qué dirás, corazón, marchito hace tan poco,a la muy bella, a la muy buena, a la amadísima,bajo cuya mirada floreciste de nuevo?El orgullo emplearemos en cantar sus loores;nada iguala el encanto que hay en su autoridad;su carne espiritual tiene un perfume angélico,y nos visten con ropas purísimas sus ojos.En medio de la noche y de la soledad,o a través de las calles, del gentío rodeado,danza como una antorcha su fantasma en el aire.A veces habla y dice: "Yo soy la bella y ordenoque por amor a mí no améis sino lo bello;soy el Ángel guardián, la Musa y la Madona".

Charles Baudelaire